Estoy
en Rumanía, con Amani y mi familia. Había esperado estos tiempos
para poder escribir mas, compartir mis pensamientos y ser parte
activa del cambio. Tiempo no tengo mas con tanta gente que quiero ver
y tantos lugares que visitar, pero mis pensamientos se han juntado
desde meses ya en mi cabeza y necesito sacarlos de ahí. Desde que
soy madre y miembra de varios grupos de madres chilenos y rumanos me
sigo encontrando con un tema importantisimo: los pediatras – como
los elegimos, como nos presentamos frente ellos, como ponemos en
practica sus consejos y recomendaciones.
Lo
que mas me ha sorprendido fue percibir el miedo de las madres a la
hora de ir al pediatra. Miedo de que este no apoya la lactancia
exclusiva y a libre demanda, miedo de ser juzgada por su manera de
criar y alimentar a su hijo o hija, miedo por el veredicto “eres
mala madre!” o “tu que sabes?” cuando nos atrevimos contradecir
y discutir, miedo por tener que enfrentar no solo al pediatra pero
también a la familia cercana cuando a veces nos empecinamos en
seguir nuestro instinto y no una recomendación.
Al
principio me indignaba y me enfurecía con las madres mismas, con los
pediatras y los médicos, con los familiares que se meten demasiado.
Después me di cuenta que mi rabia no sirve. No me sirve, no
les sirve. Así que empece a buscar respuestas al “por que
pasa esto?”. Luego, “como puedo ayudar yo?” “como puedo
cambiar la situación?” “que hay que hacer?”. Con calma, sin
rabia. Con confianza en que si encuentro respuestas a todas estas
preguntas tal vez alguien podrá beneficiar, aunque sea una sola
persona, aunque sea solo yo esta persona...
Y
por todas las vueltas que le he dado a este tema, vuelvo siempre en
el mismo lugar: Información. Responsabilidad. Asumir. Activarse.
Salir de la pasividad.
Esta
todo conectado. Nuestra manera de vivir, nuestra filosofía de vida,
nuestras creencias mas profundas. Todo esto esta estrechamente
conectado con la salud de nuestros hijos y con nuestra actitud frente
a la (posible) enfermedad y frente a la persona que nos debería
apoyar y ayudar – el pediatra.
En
nuestra cultura, que sea ella chilena o rumana, el pediatra (y en
general los médicos, pero el pediatra en particular porque el tiene
en sus manos lo mas importante para nosotras, madres: la salud, la
sobre-vivencia de nuestros hijos) es un dios. Un dios que sabe todo,
que tiene respuestas a todas nuestras preguntas, que raramente se
equivoca, que tiene derecho a opinar no solamente sobre la salud
fisica de nuestros hijos (si no le das este
tratamiento/vacuna/alimento se te va a enfermar), si no también
sobre su desarollo emocional (lactancia después del año/el colecho
lo hace dependente), sobre nuestra vida sexual (hacer colecho daña a
la vida de pareja, van a llegar a divorcio si no sacan el bebe de su
cama), sobre nuestras habilidades de nutrir a nuestros bebes (tu
leche es mala y aguada) y sobre tantos otros asuntos que están
relacionados con el bienestar de nuestros bebes.
Me
doy cuenta, a pesar de que este no sea mi caso, que la influencia, el
poder y las opiniones de un pediatra juegan un rol importante en
nuestras vidas de madres y mujeres. Tal vez demasiado importante.
Como
han llegado los pediatras/médicos a tener este poder inmenso Entre
tantas respuestas posibles, quiero destacar solo una:
Porque
nosotros les damos este poder. En el caso particular de los pediatras
es muy interesante la dinámica de la relación desarrollada vamos al
pediatra cuando recién parimos, mujeres jóvenes pasando por un
periodo tan complejo de nuestras vidas con un ser humano tan
vulnerable en nuestros brazos, listas para cualquier cosa para
proteger su vida, para tenerlo a salvo de todo peligro. Nos gustaría ser las madres perfectas, ser capaces de atender a nuestro bebe cada
segundo de la mejor manera... se nos enferma y corremos al Salvador.
El que tiene en sus manos la salud del ser mas querido en el mundo.
Nosotras no sabemos ni como se le puede bajar la fiebre, ni como
hacer que deje de llorar por horas, ni como aliviar su dolor de
orejas, tampoco sabemos cuantos gramos tiene que subir cada semana o
con que alimento empezar después de los seis meses. El que sabe es
el pediatra. Ha pasado años estudiando, cierto? Probablemente ha
visto a cientos y miles de niños antes de ver al nuestro y tiene
experiencia. Así es. Pero nuestro dios salvador es un ser humano como
nosotras también. Trabaja 50-60 horas a la semana, llega a su casa
agotado, tiene una familia y responsabilidades como todos los demás.
Muchas veces no tiene tiempo para ponerse al día con todos los
estudios científicos que conciernan la pediatría (y son cientos de
estudios que se hacen en el mundo). Otras veces, esta cansado el
también, estresado, con problemas, en fin, es un ser humano limitado
como cualquiera. Su día tiene 24 horas, igual que el nuestro. A
nosotras las madres nos gustaría que fuera mas como Superman:
inagotable y siempre eficaz, listo para salvar el mundo (nuestro
bebe) en cada segundo.
Pero
cuando bajamos al pediatra de su pedestal de superheroe y miramos mas
allá de su bata blanca, vemos un ser humano y no un dios
omnisciente. Si miramos mejor y con mas atención, si en vez de
responderle siempre con un “si” sumiso, empezamos a preguntarle
“por que?”, nos damos cuenta de que Superman también se puede
equivocar, de que es imposible que este informado sobre todos los
últimos descubrimientos científicos en torno a la lactancia,
crianza, nutrición, salud y tantos otros temas. Superman no puede
ser doctor, experto nutricionista, experto en crianza, experto en
todo a la vez.
Por
que entonces le otorgamos este poder? Por que nuestras expectativas
son tan altas? Que pasa cuando este poder tiene efectos negativos?
Cuando renunciamos a amamantar porque el pediatra dijo que nuestra
leche es aguada y no nutre, cuando nos prescriben vitaminas
sintéticas sin haber pedido ningún examen o peor, una radiografía,
cuando nos amenazan que ponemos en riesgo la vida de nuestros hijos
si no queremos vacunarlos sin hablar nunca de los posibles efectos
secundarios de las vacunas, cuando nos recomiendan empezar con comida
complementaria antes de los seis meses y un sin fin de otras
recomendaciones que la ciencia actual contradice claramente o por lo
menos pone en duda?
Bueno,
pasa que sufrimos mucho y lo peor de todo es que nuestros bebes
sufren aun mas. Por todas las buenas intenciones que tuvimos en
llevarlos a este pediatra, por todo el cuidado y todas las noches que
pasamos sin dormir por preocupación, nuestros bebes sufren aun
mas...
Y
vuelvo a preguntar(me): por que entonces le otorgamos este poder?
Porque nosotras no tenemos ni la experiencia ni los estudios médicos.
Porque tenemos miedo por la vida de nuestro bebe. Porque al primer
resfrío la familia nos presiona en ir rápido al doctor. Porque no
sabemos como curar un dolor de guata, una neumonía o una otitis.
Porque tenemos confianza de que el doctor tiene respuestas a nuestras
dudas maternales. Porque es mas fácil pagar para esta respuesta en
vez de buscarla solas. Porque a veces, aun si buscamos la respuesta,
no sabemos si es buena o no.
Y
que tenemos nosotras? Como podríamos proteger a nuestros bebes en
estas circunstancias? Como podríamos saber con exactitud cuando es
absolutamente necesario llevar nuestros niños al doctor, y cuando
vale mas quedarse tranquilas en casa y esperar que la fiebre baje?
Tenemos
las mejores herramientas. Información. Responsabilidad. Asumir.
Activarse. Salir de la pasividad. Vivimos en tiempos históricos,
vivimos la revolución de la libre circulación de la información,
vivimos en tiempos como nunca antes, cuando las mujeres tenemos
acceso a todo tipo de educación. Cada vez que me acuerdo de todo
esto, me pongo eufórica y feliz. Que suerte, que suerte tremenda que
tengo de poder en un solo click, tener respuestas a mis preguntas y
ademas en varios idiomas. El internet significa toma de poder. Abro
google y ya no soy una espectadora pasiva, soy la que busca, que
aprende, que cuestiona. Tomo poder y responsabilidad para mi y mi
familia. Abro los ojos y en vez de aceptar ciegamente la prescripción
del medico, le pregunto: Por que esto? Y por que otro? Que evidencia
tiene? Hay otras alternativas?
Nos
tenemos también una a otra. Hay cientos de blogs de madres que
comparten sus experiencias en linea y que intercambian información,
que crean amistades virtuales y redes de apoyo globales. Hoy en día
puedo pedirle algún consejo u opinión a una madre rumana,
norte-americana, francesa, española... Me siento acompañada,
apoyada, comprendida por mujeres que viven las mismas experiencias e
inquietudes que yo.
Gracias
a todo esto, aprendí que el pediatra no tiene porque saber que
comida darle primero a mi hija. Aprendí también que la fiebre es
señal de que el cuerpo lucha contra la enfermedad y si esta dentro
de ciertos limites, no hay para que salir corriendo al hospital. Que
la experta en nutrición y lactancia soy yo, la que pasa cada día al
lado de mi hija desde que nació y no un extraño que la ve cada
cierto tiempo y que prescribe vitaminas no porque mi hija las
necesite, pero para cumplir con la norma.
Aprendí
a sentirme fuerte, a tener confianza en mi misma. Voy a la consulta
con mi pediatra sin miedo. No le pido permiso ni para amamantar
después del año, ni para introducirle plátano o zanahoria en la
comida a mi hija. Tampoco le miento que hago una cosa, solo para que
me deje tranquila. Esto es perder el poder nuevamente – no soy una
niñita ignorante que se tiene que esconder, soy una mujer, una madre
empoderada que tiene la responsabilidad de proteger a su hija. Al
mentir, sigo perpetuando el mismo patrón del medico-dios, el que
tiene siempre la ultima palabra aunque esta puede ser equivocada. Al
mentirle, perpetuo el circulo vicioso de la ignorancia y hago daño a
las madres y los niños que vienen después.
Entonces
me informo y después busco el apoyo y la compaña de mi tribu de
mujeres. Las dudas se conversan, se aclaran y así se toman
decisiones adecuadas. Salgo de la cueva de la ignorancia, donde
percibía solo unas sombras y voy en plena luz sin miedo para
enfrentar la realidad, empoderada por mis conocimientos y el amor
para mi hija.
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