El
abuso emocional contra los niños puede llevar en la edad adulta a
drogadicción, rabia, a una percepción de sí severamente dañada y
a la incapacidad de desarrollar lazos sinceros con los demás.
Soy
un abogado que tiene una especialidad inusual. Mis clientes son todos
niños – niños dañados que fueron abusados sexualmente,
físicamente, privados de comida, ignorados, abandonados o heridos en
alguna de las miles de maneras de lastimar al otro. Cuando me
preguntan “¿Cuál es el peor caso que trataste?”, me cuesta dar
una respuesta. Pero lo he pensado y lo pienso todo el tiempo: entre
las variadas formas de abuso, puede que el abuso emocional sea la más
cruel y duradera de todas.
El
abuso emocional es la anulación sistemática de la otra persona.
Puede ser deliberada o subconsciente (o las dos cosas), pero en todo
caso es un tipo de comportamiento, no un acontecimiento aislado. Su
propósito es dañar la imagen de sí mismo del niño hasta el punto
en que el niño llega a considerarse indigno – de respeto, de
amistad, del derecho natural de cada niño: amor y protección.
El
abuso emocional puede ser igual de intencionado como un disparo:
“Eres gordo. Eres estúpido. Eres feo.”
El
abuso emocional puede ser activo: “Nunca serás tan exitoso como tu
hermano” (menosprecio), “Eres tan estúpido. Me da vergüenza que
seas mi hijo” (humillación). También puede ser pasivo, cuando es
el equivalente de la negligencia infantil. El hecho de que sea un
abuso por omisión no lo hace menos dañino. La combinación de los
dos tipos de abuso emocional – activo y pasivo – aumenta los
efectos negativos de geométricamente.
El
abuso emocional puede ser verbal, conductual, activo, pasivo,
frecuente u ocasional. En todo caso, es igual de doloroso como el
abuso físico. Y por lo general, el dolor que provoca dura mucho más.
El amor de los padres es tan importante para un niño que el hecho de
retenerlo puede frenar el crecimiento del niño igual que la
malnutrición.
El
niño abusado emocionalmente no solamente no tiene el amor de sus
padres. Se le niega también el amor de sus hermanos porque éstos
tienden a imitar el comportamiento de los padres. En lugar de
aprender las cualidades que cada niño necesita en su vida adulta –
la empatía, el apoyo, la protección –, los niños aprenden la
brutalidad del orden jerárquico y continúan el ciclo.
El
niño abusado emocionalmente se esfuerza a explicar a sus abusadores
la conducta de éstos, pero termina ahogándose en un lago de
autoculpa.
El
abuso emocional es tanto el abuso más penetrante, como el maltrato
menos comprendido. Sus víctimas son descartadas a menudo porque sus
heridas no son visibles. En una época en la cual se divulgan cada
día terribles nuevos abusos infantiles, el sufrimiento de los niños
que padecen “solamente” el abuso emocional es a menudo
trivializado. Estamos todos de acuerdo en que las víctimas del abuso
físico o sexual necesitan tiempo y tratamiento especializado para
curarse. Pero cuando se trata del abuso emocional, nos gusta pensar
que las víctimas lo van a superar cuando se vuelvan adultos.
Esta
manera de pensar es peligrosamente equivocada. El abuso emocional
deja huellas en el corazón y altera el alma, y al igual que el
cáncer, actúa sigilosamente en el interior y se puede extender si
no se trata.
Con
respecto al daño, no hay diferencia entre el abuso físico, sexual y
emocional. La única diferencia es el arma elegida por el abusador.
Me acuerdo de una mujer, cuyos abusadores habían muerto hace mucho
tiempo, que decía que no había conseguido superar el dolor: “No
fue solamente el incesto, sino la falta de amor. Si me hubiese amado,
no me hubiese hecho lo que me hizo”.
El
abuso emocional es único porque su propósito es hacer que la
víctima se sienta culpable. El abuso emocional es un comportamiento
repetitivo y finalmente cumulativo y muchas de sus víctimas tratan a
sus hijos de la misma manera. A pesar de que muchas víctimas
rechazan con valentía perpetuar el abuso, sus vidas están a menudo
marcadas por una profunda tristeza, una imagen de ellas mismas
severamente dañada y la incapacidad de dedicarse a los demás y
desarrollar lazos auténticos con ellos.
Los
niños abusados emocionalmente crecen con la percepción alterada, de
manera que ven los comportamientos – el suyo y el de los demás –
por un filtro distorsionado. Muchos niños abusados emocionalmente
buscan una vida entera la aprobación (que ellos interpretan como
“amor”) de los demás. Están tan ansiosos por recibir amor – y
tan convencidos de que no lo merecen –, que son los candidatos
perfectos para los abusos de pareja. La voz de ese niño abusado
emocionalmente se escucha en el discurso de cada mujer maltratada:
“Fue mi culpa. Parece que siempre termino provocándolo de alguna
forma u otra”. Y el fracaso casi inevitable de estas relaciones
adultas reafirma ese sentido de falta de mérito de la víctima del
abuso emocional.
El
abuso emocional condiciona al niño a que espere más abuso en su
vida adulta. Es una bomba de tiempo, pero sus efectos son raramente
visibles porque las personas emocionalmente abusadas tienden a
implosionar, volviendo su rabia en contra de ellas mismas. Y cuando
una persona se ve bien desde el exterior, nadie mira al interior para
descubrir las heridas escondidas.
Las
víctimas del abuso emocional que están en terapia varían mucho en
edad, clase social, etnia y ocupación, pero manifiestan el mismo
comportamiento destructivo: obesidad, drogadicción, anorexia,
bulimia, violencia doméstica, abuso infantil, intento de suicidio,
auto mutilación, depresión, ataques de ira. Lo que les determinó
buscar ayuda fueron sus síntomas. Pero hasta dar con la causa que
tienen en común – o sea el abuso emocional –, la recuperación
es imposible.
Es
esencial “romper el círculo” del abuso porque aunque no todas
las víctimas del abuso emocional se conviertan en abusadores en la
vida adulta, muchas de ellas llegan a humillarse y a subestimarse,
dirigiendo así el abuso hacia ellas mismas.
El
dolor no acaba una vez que la víctima del abuso emocional se
convierte en adulto. Puede incluso empeorar. Me acuerdo de una mujer
joven, una profesional exitosa, carismática y amable, estimada por
todos que la conocían: “Nunca voy a tener hijos porque tengo miedo
que voy a actuar como ellos”.
A
diferencia de otras formas de abuso, los abusadores emocionales no
niegan practicarlo. Muchos de ellos defienden enérgicamente su
brutalidad psicológica, afirmando que el abuso emocional sirvió a
sus hijos para endurecerse. Resulta que no es suficiente abandonar la
creencia de que golpear a los niños produce buenos ciudadanos.
También tenemos que abandonar la mentira de que el abuso emocional
está bueno para los niños porque los prepara para la vida dura en
un mundo duro.
El
arma principal que emplean los abusadores emocionales es la
imposición intencionada del sentimiento de culpa. Actúan igual que
los prestamistas: no quieren que se les pague la “deuda” porque
viven cómodamente del “interés”. Para las personas que tienen
una imagen idealizada de la familia es aún más difícil no aceptar
la culpa que el abusador les impuso. Éstas deben buscar la verdad –
la pura verdad y no la versión distorsionada de los abusadores.
Es
vital reconocer el abuso emocional por lo que es y esto es
especialmente difícil, dado que se presenta en tantas formas y
disfraces.
Un
mito muy peligroso es pensar que para curarse es necesario perdonar
al abusador. La víctima del abuso emocional se tiene que ayudar sola
y no puede permitirse el lujo de andar preocupada por el destino y la
rehabilitación del abusador. Concentrarse en la necesidad de
entender y perdonar al abusador no hará más que entorpecer el
proceso de auto curación de la víctima. El abuso emocional no deja
cicatrices visibles, pero sí hace que las víctimas pierdan cierta
parte de su potencial. Mientras la víctima esté concentrada en la
comprensión y el perdón del abusador, este potencial permanecerá
bloqueado. El abusador tiene que ganar su perdón. Y aunque el daño
haya sido hecho con palabras, el perdón solo se puede obtener con
hechos.
El
abuso emocional amenaza con convertirse en una enfermedad nacional.
La popularidad de la crueldad molesta, malintencionada que pasa por
“diversión” es un mero ejemplo de esta realidad. Si la sociedad
está en medio de una crisis moral y espiritual, la familia
fundamentada en el abuso emocional no sobrevivirá. Observando la
situación actual, parece que ya no hay marcha atrás.
La
curación de los abusadores emocionales depende de la motivación de
indagar en el origen de su conducta y del deseo verdadero de cambiar
esa conducta. En ciertos casos es suficiente que el abusador vea lo
que le está haciendo a su hijo – o mejor que
sienta lo que provocó en él –
para parar el abuso. En otros casos los abusadores necesitan ayuda y
en otros la rehabilitación del abusador es imposible. Tales
abusadores, cuya curación no es posible, han convertido la
manipulación en su estilo de vida. Éstos construyen un sistema
familiar en el que el niño nunca puede ganar el amor de sus padres.
Si
eres víctima del abuso emocional, la auto ayuda es imposible hasta
que no aprendas un modelo de auto referencia. Esto requiere crear tus
propios estándares, decidir por ti mismo que significa “bueno” o
“el bien”. Aceptar las etiquetas atribuidas por el abusador:
“Eres loco. Eres desagradecido. No pasó como tú dices” no hace
más que continuar el ciclo.
Las
víctimas ya adultas del abuso emocional tienen dos opciones en la
vida: crear su propio modelo de referencia o permanecer la víctima.
Si tu imagen de sí ha sido hecha pedazos, si has sido profundamente
herido y obligado a pensar que eso era culpa tuya, si buscas la
aprobación de las personas que no pueden o no quieren dártela –
estás jugando el papel que los abusadores te asignaron, o sea el
papel de la víctima.
Es
tiempo de rechazar ese papel y de escribir tu propio guión. Las
víctimas del abuso emocional llevan el remedio en sus propias almas.
La salvación consiste en aprender el auto respeto, ganar el respeto
de los demás y convertir ese respeto en el requisito mínimo de
todas las relaciones íntimas. Para el niño abusado emocionalmente,
la curación es cuestión de perdonar – pero de perdonarse
a sí mismo. Cada uno tiene que
conseguir eso a su propia manera. Pero sólo el hecho de saber que
mereces ser amado y respetado y de comprometerte a intentar
perdonarte a ti mismo ya es un paso enorme.
Nunca
es demasiado temprano – o tarde – para empezar.
articulo traducido por Camelia Birta desde aca